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"Siempre tengo un pie en el suelo por mucho que crea haber tocado el cielo"

José Martí Gómez, La Vanguardia Magazine, 20 December 2006
                                                                               Photo by Christiane von Enzberg


Josep Carreras es un hombre con tres vidas, dos marcadas por el éxito y una por la incertidumbre de la grave enfermedad que padeció años atrás, hoy sólo recuerdo de un tiempo en el que, al unísono, se amalgamaron sensaciones de angustia y de esperanza. Ahora se adentra en un terreno totalmente nuevo para él, con la edición de un disco de canciones catalanas de los años sesenta y setenta.

De "T'estim i t'estimaré" a "Com he fet sempre ('My  way')". El tenor Josep Carreras ha grabado doce canciones catalanas de los años sesenta-setenta. De Serrat a Lluís Llach pasando por el Raimon de "Veles i vents".

Canciones que a Carreras siempre le han gustado y que hace unos meses le propusieron grabar con la Orquesta Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya dirigida por David Jiménez, con ochenta profesores y Ángel Jesús García como concertino.

Cuando se lo propuso Parera Fons, del que también canta una de sus canciones, Carreras respondió afirmativamente. "Y encantado", subraya. Asegura que se encontró muy cómodo en la grabación. Mucho más que cómodo, enfatiza: "Absolutamente cómodo".

Fue para él, tras una intensa vida artística, la incursión en un repertorio absolutamente diferente, que no había hecho nunca, y la aventura le interesó porque siempre ha creído que un artista debe llevar a cabo incursiones en territorios desconocidos. "¿Qué hay peor para un artista que la rutina?", se pregunta. La experiencia la resume en una frase: "Grabé esas canciones como satisfacción personal y, evidentemente, esperando que gusten al público".

¿Cómo se encuentra un cantante de ópera cambiando de registro?

Es un tema que siempre se comenta: por qué los cantantes de ópera interpretan en ocasiones canciones más ligeras. Mi respuesta casi siempre es la misma: lo hacemos porque es la herencia que hemos recibido de grandes cantantes de la historia de la ópera. Por ponerle un ejemplo de tenor: Enrico Caruso. Él y otros grandes cantaron el tipo de repertorio ligero de su época. Las grandes óperas son las raíces, las bases, el repertorio de un cantante operístico pero hoy en día las canciones napolitanas forman parte del repertorio de los tenores, que así continúan la tradición de incursiones en canciones más ligeras, independientemente de lo que todos sabemos es el repertorio lírico, clásico, operístico.

Semanas atrás, Donald Sassoon, profesor inglés que ha escrito un libro de dos mil páginas sobre la historia de la cultura europea, me decía que la ópera es el único género que sigue fiel al melodrama y que los teatros no arriesgan con óperas nuevas por miedo al fracaso económico.

Estrenar nuevas obras es, ciertamente, caro y arriesgado.

¿Y se opta por el inmovilismo?

Digámoslo claro: estamos ante una nueva versión del pez que se muerde la cola. Si a los amantes de la ópera no se les da a conocer la música contemporánea es evidente que cada vez serán no digo que más reticentes pero sí que estarán más en guardia, alerta, preguntándose qué es ese tipo de obra que se les presenta con el marchamo de música contemporánea. Se ha de reconocer que su estado de alerta parte de experiencias de música contemporánea no muy positivas. A partir de ese recelo, teniendo en cuenta que la ópera se mueve como todo espectáculo entre la oferta y la demanda, si los teatros no programan por miedo al fracaso los aficionados no la conocen y como los aficionados no la conocen los teatros no la programan.

¿A usted le gusta?

Unas cosas sí y otras no. Evidentemente hay músicos de un gran nivel, con un peso específico musical importante. Pero la ópera, y estoy de acuerdo con el autor que usted me cita aunque disintiendo en algún matiz, se nutre de ella misma.

¿En qué disiente?

"La flauta mágica", o "La bohème", o "Carmen", o "Aida", o cualquier ópera del gran repertorio, cada vez que suben a un escenario se representan en una situación completamente distinta. En un teatro diferente, una orquesta diferente, un público, una cultura, un ambiente, una ciudad diferentes. Eso hace que se vayan renovando por sí mismas. Es cierto que los textos son melodramáticos pero en cada representación pueden verse facetas distintas. Si ves una y otra vez "Casablanca" o "Lo que el viento se llevó" siempre ves lo mismo. En cambio la ópera, como los clásicos teatrales, se renueva por sí misma. Para los tenistas hay cuatro grandes torneos, pero la joya de la corona coinciden en decir que es Wimbledon.

¿Cuál es la joya del teatro operístico para un cantante?

También en el mundo de la ópera hay cuatro grandes slams: Scala de Milán, Ópera de Viena, Metropolitan de Nueva York y el Covent Garden de Londres.

¿Y cuál es su Wimbledon?

El Scala de Milán. Para un cantante de ópera es el teatro más importante del mundo.

¿Por qué?
Por lo que significa de tradición, por lo que ha vivido, por sus estrenos mundiales, desde Verdi a Puccini. El Scala también es importante por la extraordinaria tradición musical de Milán.

De los tres restantes, ¿qué puede decir?

El Metropolitan tiene una gran tradición y sus posibilidades escénicas son extraordinarias. El Covent Garden está en Londres, con lo que ello conlleva de peso cultural, y en la Ópera de Viena sientes el pulso de la historia.

¿Y tras los cuatro grandes?

Una serie de teatros de gran nivel, como son el Liceu de Barcelona o la Ópera de San Francisco.

¿Qué es un divo?

El cantante de ópera que llega al máximo nivel en ensayos y representaciones. Y basta. Para mí, divo equivale solamente a nivel profesional altísimo, el máximo, lo que equivale a decir dar bastante más, mucho más que la media a nivel artístico, vocal, de profesionalidad, de carisma.

Y además de eso, ¿un plus de extravagancias?

Al margen de lo que he dicho, el divismo como equivalente de caprichos, extravagancias no lo comprendo ni lo comparto. El divo lo entiendo como el primero en llegar a los ensayos y el último en marcharse.

¿Cómo es el día de un cantante de ópera, digamos que divo en el sentido que usted dice, la víspera de su actuación?

Se ha dicho muchas veces pero es obvio: los cantantes de ópera llevamos el instrumento con nosotros. Eso quiere decir que ese instrumento, la voz, está veinticuatro horas al día expuesto a toda una serie de infl uencias externas, como pueden ser el clima, la polución, la alimentación, el aire acondicionado del hotel... Toda una serie de factores que se suman a la tensión ante la responsabilidad de la salida a escena. Con los años uno aprende a sortear ciertas situaciones comprometidas pero lo que los años no hacen desaparecer es la presión ante la responsabilidad de salir a escena.

La presión en forma de cosquilleo en el estómago...

Siempre. Has de aprender a vivir con esa presión en cada actuación, sea en un teatro grande o en uno pequeño o cantando ante sesenta mil personas. Por eso lo importante no es qué haces el día que actúas sino lo que has hecho el día antes de la actuación.

¿Qué suele hacer la víspera?

No hablar mucho, dormir las horas necesarias, alimentarme de forma correcta, hacer un poco de ejercicio... El día de la actuación lo que sí requiere es concentración y no tener ningún tipo de actividad que no sea pensar en la función. Cuando menos eso es lo que yo intento.

¿Se puede seguir sintiéndose terrenal mientras se actúa con una gran orquesta?

Siempre tengo un pie en el suelo por mucho que crea haber tocado el cielo. Le pongo un ejemplo concreto: el último acto de "Carmen", extraordinariamente intenso para el tenor. Por mucho que uno haya llegado a lo que cree es el máximo de sí mismo has de tener un pie en el suelo aunque interiormente pienses "estoy en un momento extraordinario", "soy una persona privilegiada", "puedo expresar todo lo que llevo dentro de mí y la gente lo entiende"... Sí, sí. Puedes pensar todo eso pero no levantes nunca un pie del suelo. Jamás debes salir a un escenario sin un mínimo de raciocinio porque se canta con el alma y el alma produce una serie de emociones, de "feeling", transmitidos por el instrumento que es la voz, pero el filtro es el cerebro y no debe dejar de funcionar ni en los momentos de éxtasis.

¿Con qué pareja femenina ha mantenido mejor "feeling"?

He tenido la suerte de actuar con las mejores cantantes pero, sin duda alguna, con la que he tenido más "feeling" ha sido con Montserrat Caballé.

Y momentos de éxtasis, siempre con un pie en el suelo, ¿ha vivido muchos?

No son muy habituales. Los momentos de éxtasis sobre el escenario, esos momentos en los que tienes la sensación de que te fundes con el público, con el cosmos, son escasos. Se llega alguna vez... pero pocas. Y las pocas que he conseguido entrar en ese estado de éxtasis también ha sido actuando con Montserrat Caballé.

La sensación, terrenal, de que no conecta, el sentir en su interior el "uuuy... qué frío está el público", ¿la ha percibido?

Sí. Y cuando eso ha pasado siempre he pensado que ha sido porque no le he dado al público lo que esperaba de mí. A veces me han preguntado que público es, a mi juicio, el más entusiasta. Siempre he respondido que es aquel público al que sabe llegar el artista.

Hemos hablado de la crítica de Donald Sazón a la falta de renovación del repertorio de la ópera pero en los últimos años son habituales escándalos en el mundo operístico por una serie de montajes defi nidos como provocaciones.

En mi opinión, una cosa es experimentar nuevos caminos artísticos y otra distinta provocar por provocar. Estoy de acuerdo con lo primero y en desacuerdo con lo segundo. Si me quieren hacer creer que, para entender mejor a Otelo, Desdémona ha de ser negra y Otelo rubio, no me harán comulgar con ruedas de molino, y utilizo esta expresión por no usar otra más fuerte.

¿Dónde sitúa su frontera en este tema?

Estoy abierto a todo lo que sea cosa de vanguardia porque el arte, todo tipo de arte, exige renovación. Pero existen unos límites y uno de los límites que no acepto es el de la provocación: el quiero darme a conocer y por lo tanto provoco porque lo importante es que se hable de mí. Hay directores de escena que montan obras clásicas de manera provocativa y confesando en su círculo íntimo que es una ópera que no han escuchado nunca.

Creo entender que opina que no se puede abrir nuevos caminos sin dominar el legado del pasado...

Exactamente.

En la sociedad líquida en la que hoy vivimos, según el sociólogo Bauman, una sociedad en la que poco se solidifi ca, ¿también el mundo de la música clásica está afectado por la crisis que impone la vorágine de los cambios?

Me gustaría decir que no, pero es un hecho que a nivel de creación el mundo de la música de hoy no tiene, evidentemente, la riqueza que tuvo en gran parte del siglo XX.

¿Crisis más creativa o interpretativa?

Más de lo primero que de lo segundo. Reconociendo, eso ha de quedar claro, que hay gente de una enorme valía en el mundo creativo.

¿Y dónde cree que está el origen de la crisis?

Pasándose seis horas al día en internet es lógico que baje la creatividad. Internet aporta mucho de positivo al mundo de los negocios, de la información rápida. Pero para el mundo creativo es negativo.

¿La ópera sigue siendo el arte global por antonomasia pese a las acusaciones de que innova poco?

Es el espectáculo más completo: texto, música, canto coral, concertación y orquestación, escenografía, vestuario, en ocasiones también ballet... Todas las variantes del arte están compendiadas en una ópera.

¿Cómo afectan las nuevas tecnologías a la ópera? Desde la grabación en video de una obra que puedes ver en casa a los avances que en los montajes aportan el uso de ordenadores.

Una ópera vista en vídeo es como ver un partido de fútbol en diferido. La emoción de la representación en directo no la puede igualar nunca la tecnología, que sí puede ser una eficaz herramienta para aportar renovación a escenografía y montajes.

¿Cuando a usted se le diagnosticó una grave enfermedad, qué pensó, al margen del deseo de sobrevivir?

Siempre pensé que si me recuperaba, si conseguía vencer en la batalla contra la enfermedad, volvería a cantar. Enfermedad y profesión caminaban a la par en mi interior. "Si te recuperas, cantarás", me repetía.

¿No perdió nunca la esperanza?

Nunca.

¿Y cuando vuelve a cantar, qué sensación experimenta?

Es difícil de expresar. Viví tantas...

¿Le marcó emocionalmente más que su debut?

Seguro. En el debut era el artista el que se veía infl uido por la situación que le rodeaba. En mi reaparición tras la enfermedad el que se sentía infl uido era el artista pero sobre todo la persona. En aquel concierto multitudinario al aire libre sentí una emoción extraordinaria, mucho más profunda que la emoción que pude sentir el día de mi debut. No se pueden comparar.

¿Al salir del túnel, dio valor a las pequeñas cosas?

Efectivamente, hay ciertas prioridades que cambian cuando sales de una grave enfermedad. Cosas, detalles, que adquieren unas dimensiones diferentes. Te das cuenta de que existen alrededor tuyo cosas importantes, muchas de ellas pequeñas, como usted dice, a las que antes de caer enfermo apenas les hacías caso. Esa nueva percepción de los detalles, de las cosas, se experimenta en el momento en el que uno se recupera de la enfermedad que le ha llevado a las puertas de la muerte. Pero pasa el tiempo, te encuentras bien y vuelves a caer, no diría que en todos pero sí en muchos de los errores que antes cometías. Somos humanos.

¿Qué le queda hoy, muchos años después, del descubrimiento del valor de las pequeñas cosas?

Una especie de poso, de madurez, de darte cuenta que es importante dialogar, ser condescendiente en algunas ocasiones, que debes pensar en los demás.

Y pensando en los demás crea usted una fundación para luchar contra la leucemia.

Fue una forma de responder al afecto, a lo mucho que me dieron tanto la comunidad científi ca como la sociedad civil.

¿Qué nos dice la estadística sobre el hoy de la leucemia en España?

Que se registran cuatro mil casos anuales.

¿Mortalidad?

La que hace treinta años era una enfermedad mortal hoy es una enfermedad severa, muy seria y que sigue siendo muy cruel pero de la que se salvan más de la mitad de los enfermos. Un 70% de afectados, concretamente.

¿Por el avance en los fármacos?

Y por avances en terapias e investigación.

¿Ha cambiado mucho el tratamiento desde que usted sufrió la enfermedad?

El tratamiento que yo recibí es prehistórico comparado con lo que ahora se hace.

¿Qué trabajos lleva a cabo la fundación Josep Carreras?

Canaliza fondos en tres líneas de trabajo. Una, de apoyo a los hospitales especializados en tratamientos de la enfermedad y en trasplantes. Otra, apoyando la investigación. La tercera línea de trabajo se centra en el registro de donantes de médula ósea.

¿Cuántos donantes tienen registrados?

Setenta mil. En el mundo hay registrados diez millones de potenciales donantes.

No se me hubiese ocurrido nunca donar médula ósea.

Pues sólo tiene que registrarse como donante.

Ya. Tengo presente la donación de órganos pero no se me había ocurrido este tipo de donación.

Para eso hacemos las campañas: es una donación muy sencilla que nos ha permitido llevar a cabo 1.500 trasplantes.

¿Sencilla?

Basta con la extracción de sangre periférica porque tanto al donante como al paciente se les da un tipo de estimulación de las células que permiten no tener que llegar a la médula.

¿El trasplante es siempre necesario?

En un 95% de los casos. La donación de la médula ósea, que ha de ser compatible al ciento por ciento, puede proceder de un hermano, del propio paciente tras un proceso complicado, o de un donante sin parentesco.

¿Y esa compatibilidad necesaria entre donante y paciente es difícil que se dé?

Entre cuarenta mil personas sólo hay dos compatibles.

Ha aprendido usted muchas cosas sobre medicina...

Sí. Primero por mi experiencia y después tratando de ayudar a los que sufren lo mismo que sufrí yo.

He leído un libro de unos autores franceses que formula un interrogante interesante: la longevidad como bomba de relojería o como privilegio. Privilegio por lo que tiene de expectativa de vida más prolongada. Bomba de relojería por lo que tiene de desafío al Estado del bienestar. ¿Usted cómo lo ve?

Tema para un gran debate. Queremos vivir más pero, efectivamente, eso tendrá un coste social.

¿La ciencia avanza a trescientos por hora y la política a cien y va que arde?

No se puede detener el avance científi co. Forma parte del progreso de la humanidad. A la política le corresponde la gran responsabilidad de ordenar ese avance.

Se preguntan los autores del libro si ante la prolongación de la expectativa de vida y la crisis del Estado del bienestar que puede provocar volveremos a una sanidad para ricos y una sanidad para pobres.

La prolongación de los años de vida es un hecho y ante ese hecho al que se llega por los avances de la medicina los políticos deben empezar a preocuparse por las consecuencias de una presumible crisis del Estado del bienestar.

¿Siempre ha sido un hombre optimista?

Optimista sin llegar a la inconsciencia.

Siempre con un pie en el suelo: sea en el escenario o en la vida.

(Riendo.) Siempre.

"T'estim, i t'estimaré", de Josep Carreras, ha sido editado por Discmedi
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